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jueves, 10 de diciembre de 2009

Religion Mapuche

Las creencias religiosas del pueblo mapuche permanecieron desconocidas y desfiguradas hasta la publicación de valiosísimos trabajos de investigación en fechas recientes. En gran medida esta ignorancia puede atribuirse al carácter especialmente endurecido de los conquistadores y a su dificultad de comprender las sutilezas del pensamiento indígena, y, en tiempos posteriores a la independencia.
En La Araucana, Alonso de Ercilla afirma que los mapuches creían en una divinidad guerrera llamada Eponamón. Señala también Ercilla que los mapuches solían ingerir unas “setas engañosas” para experimentar éxtasis religioso de tipo guerrero y también para determinados ritos de los machis. Podemos inferir que se trataba de hongos alucinógenos similares a la Amanita muscaria utilizada por los chamanes siberianos y los griegos antiguos, y a los hongos de psilocibina utilizados por los indígenas centroamericanos y los tupí-guaraní del Brasil.
Al igual que los indígenas del Perú, los mapuches ingerían diversas plantas y combinaciones de efectos alucinógenos que se ingerían en brebajes, o aspirándolas pulverizadas en forma de rapé, o también fumándolas como la marihuana. Entre las principales drogas mágicas de los mapuches, fuera de las referidas setas, se cuentan la Lobelia tupa, trupa o tabaco del diablo; la Datura stramonium o chamico y la Latua publiflora, latué o palo del brujo.
La divinidad máxima y remota de los mapuches era el Gran Espíritu o Gran Fuerza, el Futa Newén, que moraba en el Wenu Mapu o País de los Cielos. Este concibió y creó el mundo, los seres vivos y el hombre, los que fueron posteriormente destruidos por un diluvio y recreados por las divinidades como refiere el mito de Tren Tren y Kai Kai (La historia de “El diluvio” mapuche).
Creían también los mapuches en la existencia de entidades invisibles llamadas Pullüam (castellanizado como el Pillán), espíritus o almas que sustentan al hombre y a las cosas, y que suelen manifestarse en los fenómenos naturales como relámpagos, vendavales, lluvias, erupciones volcánicas y terremotos. Estos espíritus constituyen la cualidad esencial de todos los seres y todas las cosas. Si el Pullüam del agua, por ejemplo, se marchara, también el agua desaparecería.
Finalmente, por influencia del cristianismo, hacia el siglo XVIII los mapuches comenzaron a concebir a una divinidad bisexual llamada Nguenechén, padre y madre de los hombres, y Nguenemapun, Señor y Señora de la Tierra. Esta divinidad, a la vez que bisexual, se expresaba también en forma benéfica o maligna.
Las ceremonias religiosas, rogativas y ritos de sanación y fecundidad (Machitún y Nguillatún) se realizaban principalmente dirigidas a los Pullüam, y posteriormente a Nguenechén.

Ritos Matrimoniales


Tradicionalmente, incluso en los tiempos de mayor predominio matriarcal, la familia mapuche tenía un régimen de poligamia, es decir, el varón mapuche solía tomar tantas esposas como su fortuna personal le permitiera y dando preferencia a las hermanas de la primera esposa, la cual mantenía un rango superior y cierta autoridad sobre las demás. De hecho, con frecuencia era la primera esposa la que requería a su marido que tomase más esposas a fin de repartir y alivianar las tareas domésticas y también para hacer gala de bienestar y jerarquía social.
En el seno de la familia se seguía un régimen de modales de gran cortesía y etiqueta rigurosa que evitaba el surgimiento de roces o malquerencias entre las mujeres y preservaba el tono familiar de reserva y buenas maneras. Dentro de la casa o ruca, cada mujer disponía de un ámbito propio que incluía un fogón en el que preparaba separadamente sus comidas y las de sus hijos; además poseía su propia parcela de tierra de cultivo y sus propios animales domésticos.
Debido a esa vasta organización familiar, las antiguas rucas mapuches eran construcciones de gran tamaño, llegando algunas a medir treinta metros de frente por ocho de fondo.
La poligamia actualmente está en desuso no por transformaciones culturales o legales sino simplemente por el empobrecimiento de las familias y, en parte, por influencia de las costumbres de los blancos o wingkas y los misioneros cristianos.
El noviazgo entre jóvenes se basaba desde épocas muy antiguas en el conocimiento y afecto recíproco. El joven visitaba a su novia con frecuencia y se reunía también con ella en ocasiones de fiestas, reuniones sociales y ritos religiosos. El novio solicitaba el permiso de su padre para formalizar la unión, y éste entonces enviaba a un huerkén o embajador formal a casa de los padres de la novia, para solicitarla en matrimonio y acordar la fecha y la dote que el esposo debía entregar a los padres de ella.
Llegado el momento, el novio se presentaba en casa de sus futuros suegros acompañado de su padre y un séquito de otros parientes y amigos, llevando consigo la dote en dinero, animales, productos agrícolas, piezas de tela, platería y adornos. Sólo después de entregada la dote, el novio, ayudado por sus familiares y amigos, construía la nueva ruca a cierta distancia de la de sus padres. Una vez terminada ésta, se realizaba una fiesta en la cual la novia se trasladaba a su nueva casa.
Según algunas versiones, desde la pubertad existía gran libertad sexual entre los mapuches y los varones no tenían como causa de menosprecio el que la novia hubiese tenido ya algún hijo fuera de matrimonio. Alonso de Ercilla, refiere en La Araucana cómo la joven Guacolda convivía con Lautaro y lo acompañaba en sus campañas sin estar casados y mientras aún mantenían una relación muy juvenil, más de amantes que de esposos.
Hasta mediados del siglo XIX todavía solía producirse como alternativa el matrimonio por “rapto”, que generalmente era simulado.
El novio, acompañado de otros jóvenes escogidos entre sus familiares y amigos, secuestraba a la novia que normalmente estaba de acuerdo. Una vez consumada la unión sexual de la pareja, los padres del novio se presentaban en casa de la novia llevando la dote para formalizar el matrimonio. Sin embargo, con cierta frecuencia el rapto era verdadero y contra la voluntad de la joven, lo que traía consigo recias contiendas con muertos y heridos entre los cuales más de una vez el novio se contaba entre los caídos.

Los Mapuches a la llegada de los españoles


Su aspecto físico

Se estima que la población mapuche alcanzaba a algo más de un millón de habitantes hacia 1541, fecha de la fundación de Santiago. Si bien eran —como ahora— gente de un raza de poca estatura, los cronistas señalan que en general no eran más bajos que la mayoría de los conquistadores españoles y en cambio eran más altos que los indígenas del Perú. Asimismo, su tez era considerablemente más pálida.
Es célebre la descripción que hace Alonso de Ercilla y Zúñiga sobre los varones mapuches de la región del Bío Bío:

“Son de gestos robustos, desbarbados,
bien formados los cuerpos y crecidos,
espaldas grandes, pechos levantados,
recios miembros de nervios bien fornidos;
ágiles, desenvueltos, atrevidos,
duros en el trabajo, sufridores
de fríos mortales, hambres y calores”.

Los etnólogos argentinos del siglo diecinueve coinciden en que la estatura del hombre mapuche oscilaba entre un metro con sesenta y siete centímetros y un metro con setenta y tres centímetros, y la mujer, más homogéneamente, un metro con cincuenta y cinco centímetros. Coinciden también en destacar su complexión atlética y esbelta, en contraste con los indígenas andinos (quechuas, aymaras, atacameños) más bajos y gruesos. Sus facciones presentan nariz menos achatadas que los andinos, con cráneos redondos, mandíbula fuerte y pómulos no muy levantados, y señalan la existencia de muchas similaridades con los indígenas de raza guaraní.
Según el etnólogo argentino Ramón Subirats, las facciones mapuches son de rasgos más bien delicados y redondeados, y más que a facciones andinas o mogoles recuerdan las facciones europeo-orientales, con ojos de órbitas grandes. El cabello es lacio y negro. Los ojos mayoritariamente castaño oscuros, aunque con regular frecuencia se dan ojos castaños muy claros, amarillentos, o de un particular color azul verdoso, característico únicamente en esa raza.
También los etnólogos franceses y argentinos mencionan como singularidad de los mapuches el que con relativa frecuencia presentaban individuos de apariencia física delicada, generalmente homosexuales, los que eran tratados con deferencia pues se les consideraba privilegiados por los espíritus de la naturaleza y generalmente se dedicaban a los oficios de machi y kalku, es decir, chamanes o sacerdotes, y hechiceros o brujos. Sólo después de la llegada de los españoles esos oficios pasaron a ser desempeñados únicamente por mujeres.

Vestimenta, joyería y arreglo personal

A partir de la domesticación de auquénidos, vicuñas y guanacos, la vestimenta mapuche se basó en piezas de lana tejidas a telar. Las mujeres mapuches llevaban permanentemente consigo un huso con volante de piedra para hacerlo girar en forma regular, con el cual hilaban lana en todo momento en que se encontraban desocupadas, conversando o incluso paseando.
Las hebras eran teñidas antes de ser hiladas y para ello se empleaban tintes vegetales, algunos de los cuales se conservan hasta hoy. El color rojo lo obtenían con las plantas llamadas nalca y reviun; un castaño rojizo lo producían con madera de tepú, y un azul profundo con tonalidades moradas lo obtenían con bayas de maqui. El blanco, negro y Otros tonos de café y blanco amarillento, correspondían simplemente al colorido natural de la lana de weke o vicuña doméstica. Por la escasez de lana negra natural, solían oscurecer el tinte del maqui empleando cieno orgánico y negro de humo.
El hombre utilizaba una falda cuyos extremos pasaban entre las piernas formando una especie de pantalón, y las puntas se ataban a la cintura. Este era el chiripa o chiripá. También solían llevar el chamal, o túnica corta que cubría hasta medio muslo. La parte superior se vestía con un poncho corto dispuesto a manera de blusa sin mangas y sujeto a la cintura con una faja. Por encima de ello, se llevaba un poncho largo o un manto, finamente tejido, en el cual las mujeres hacían gala de su arte y buen gusto y que constituía un símbolo del estatus de su poseedor. Era particularmente espléndido el manto de cacique, trarikan makuñ. Por último solía emplearse en las solemnidades y ceremoniales un sobre manto, el nguillatún makuñ.
La mujer llevaba un vestido recto hasta poco más arriba de los tobillos, el kepán, ceñido en la cintura con una faja o trariwe, en cuyo tejido estaban diseñados los símbolos de la jerarquía social de su dueña.
Ambos sexos solían llevar joyas, preferentemente de plata, en las ocasiones ceremoniales y solemnidades políticas, pero las mujeres las llevaban en forma permanente y también como señales de la jerarquía social de su familia. Estas joyas consistían en grandes adornos pectorales y collares llamados sikil y trapelacucha; alfileres de grandes cabezas a menudo en forma de globo, llamados akucha, prendedores o tupu, y diademas llamadas trarilonko.
Por influencia picunche (indirectamente influencia de las culturas peruanas) los mapuches de los tiempos de la conquista utilizaban además grandes aros, a menudo primorosamente labrados. En cambio, ya había caído en desuso el adornarse con el tembetá, un objeto que se introducía en perforaciones practicadas en los labios que se dilataban en forma similar a la de los botocudos amazónicos. Otros adornos similares fueron una especie de aros grandes que se insertaban en el lóbulo de las orejas dilatándolos de tal forma que los hacían colgar hasta los hombros. Esta moda se mantuvo en el Perú, de donde vino el apodo de “orejones” que los españoles pusieron a los aristócratas quechuas que los usaban.
Hombres y mujeres se depilaban cuidadosamente todo el cuerpo. Las mujeres usaban maquillaje con claro sentido cosmético; se coloreaban las mejillas con polvos y cremas de color rojizo, y asimismo se pintaban las pestañas, bordes y rabillos de los ojos con líneas oscuras y verdes. El peinado de las mujeres consistía en trenzas simples que a veces llevaban arrolladas a ambos lados de la cabeza, sujetas con alfileres o el trarilonko. Los varones no parecen haber utilizado pinturas faciales ni aún en la guerra o en solemnidades. Llevaban el cabello cortado en melena que no alcanzaba a los hombros, y, según la descripción que hace Alonso de Ercilla para la ceremonia de reconocimiento de Lautaro por Caupolicán, como lugarteniente suyo, los jefes solían raparse el pelo a ambos lados de la cabeza, dejándose sólo un abundante mechón en la parte central del cráneo, peinado en trenza desde la frente hasta la nuca:

“Y por el orden y uso acostumbrado
el gran Caupolicán lo trasquilaba
dejándole el copete en trenza largo,
insignia verdadera de aquel cargo.”

(“La Araucana”, Canto III estrofa 241)

Origen y ubicación de la nación Mapuche

no existen conclusiones definitivas acerca de la llegada y evolución específica de la nación mapuche y su cultura en el vasto territorio que abarca la mayor parte de Chile y del centro sur de Argentina.
Las crónicas incaicas hacen referencias a terribles combates sostenidos por los ejércitos de Túpac Inca Yupanqui contra los mapuches de las regiones entre los ríos Aconcagua y Maipo, donde lograron asentarse en forma permanente, así como una expedición muy numerosa que logró penetrar en territorio chileno hasta el río Maule aunque sin tomar posesión real de la tierra. De acuerdo a la crónica del inca Garcilaso de la Vega, las tropas de Túpac Yupanqui sostuvieron una feroz batalla contra los mapuches del sur del río Maule, la que se prolongó por cuatro días de combates incesantes, tras la cual el ejército incaico debió replegarse hacia el norte. Posteriormente se menciona una expedición enviada por el inca Huayna Capac, posiblemente hacia 1525, para reprimir una sublevación mapuche en la región del Mapocho.
Los cronistas incaico-hispánicos Huamán Poma y el inca Garcilaso de la Vega refieren que antes de esa insurrección los conquistadores del Cusco habían instalado algunas colonias bien organizadas y protegidas por guarniciones y fortalezas en esa región rica en minerales de oro. Además habían trasplantado colonos procedentes de las regiones de Arequipa y Puno, en el actual Perú.
La zona bajo dominio incaico parece haber tenido por frontera sur la fortaleza o pucará de Chena, en las cercanías de Santiago hacia el suroeste.
En un grabado de la época se representa a los guerreros mapuches como individuos de mayor estatura que los peruanos y provistos de armamento y atuendos similares a los mencionados por Alonso de Ercilla en La Araucana; lanzas y macanas o mazas largas, cascos de cuero y chiripá, túnica de cuero o lana que se cruza por entre las piernas, cuyas puntas se anudan a la cintura. También, en la parte superior del grabado, se indica que el gobernador incaico, o Apo, era el capitán Camacinga, octavo funcionario en desempeñar ese cargo. Es decir, puede conjeturarse que la presencia incásica entre los mapuches del norte o picunches (Picun = Norte) databa de entre sesenta y ochenta años.
Ya a la llegada de Pedro de Valdivia era evidente que los mapuches de más al sur se habían distanciado de los picunches por los que llegaron a sentir menosprecio, tanto por haberse sometido a los invasores como por haberse mezclado racialmente con los colonos peruanos.
El nombre de “Araucanos” para referirse a los mapuches que no fueron jamás sometidos, lo emplearon los españoles aplicándolo a los habitantes indígenas desde el río Itata hasta Chiloé. En una de sus cartas al emperador don Carlos V, el conquistador don Pedro de Valdivia menciona específicamente la unidad cultural de los indígenas de toda la Araucanía, desde el Itata al Sur; no obstante, hay evidencias históricas de que el idioma de los mapuches era el mismo, sólo con algunas variaciones locales, desde el río Choapa (actual IV Región de Chile) hasta Chiloé (actual X Región); es decir, desde el territorio de los diaguitas hasta el archipiélago de los chonos.

En la Perspectiva del poblamiento de América

Ya está fuera de dudas que el poblamiento del continente americano se produjo en oleadas sucesivas de emigrantes procedentes de Siberia, de origen mogol, que cruzaron a través del actual estrecho de Bering —el cual durante varios períodos interglaciares pasó a ser un istmo o puente que unía a Asia con América entre Siberia y Alaska—. Este proceso se inició hace más de cuarenta mil años y se prolongó durante el período del Pleistoceno hasta los comienzos del Holoceno, doce mil años antes del presente.
Una vez en América, las oleadas de inmigrantes se desplazaron, bien buscando territorios más favorables para su subsistencia, o bien retirándose hacia el sur ante el empuje de nuevos inmigrantes más belicosos y numerosos. En esta dinámica, hacia el 12.000 antes de Cristo el poblamiento de América había alcanzado ya hasta el extremo sur del continente, incluyendo Tierra del Fuego.
Otra causa de migraciones es el aumento explosivo de la población entre los pueblos más fuertes que ocupaban las mejores tierras. Cuando el número de habitantes sobrepasaba la capacidad de sustentación de una comarca, surgían líderes que conducían a grupos sobrantes a la ocupación de tierras nuevas. Este parece haber sido el caso de dos grandes grupos paleo indios del pleistoceno, uno de ellos que hablaba la lengua “Arawak” (de la que parecen haber derivado las lenguas del grupo Andino Ecuatorial) y el otro que hablaba en una lengua del grupo Caribe. Ambos pueblos fueron muy numerosos e igualmente fuertes, y emprendieron simultáneamente migraciones expandiéndose hacia el sur.
Los lingüistas Norman McQown, en 1955, y Joseph Greenberg, en 1956, publicaron exhaustivas investigaciones sobre las lenguas indígenas americanas cuyo resultado compone un verdadero mapa que incluye las rutas de migración y expansión de las sucesivas oleadas humanas que avanzaban hacia el sur.
El grupo «Ge-Pano-Caribe» corresponde a una vasta migración que rodeó el Mar Caribe, incluyendo el sur de Estados Unidos, gran parte de las Antillas, sectores de América Central, las costas norte de Colombia y Venezuela, y, entremezclándose hostilmente con los Arawak, penetró profundamente por las selvas del Brasil, alcanzó las llanuras argentinas y dio origen, entre otras, a las lenguas de los indios Tupí-Guaraní, Pampas, Diaguitas y Calchaquíes.
El grupo «Andino Ecuatorial», denominado así en homenaje a las grandes culturas llamadas Andinas (incluyendo la quechua o incásica), se relaciona con la lengua «Arawak», que corresponde a los primitivos pobladores que ocuparon las islas de las Antillas, en eterna lucha con los Caribe. Se reconoce como de origen Arawak a muchas de las lenguas bolivianas, así como la cultura de la gran isla de Marajó, en la desembocadura del río Amazonas, donde existió una riquísima cerámica policromada que tiene gran relación con las finas y elegantes piezas de alfarería de Tiwuanaku, la metrópoli pre colombina junto al lago Titicaca, en la actual Bolivia.
Los paleoindios de habla Arawak traspasaron la gran barrera de la Cordillera de Los Andes Centrales, estableciendo contacto con los pueblos de habla Chibcha y en seguida expandiéndose hasta cubrir los actuales territorios de Ecuador, Perú, gran parte de Bolivia, parte occidental y sur de Argentina y la totalidad del territorio chileno, hasta la Tierra del Fuego y el propio Cabo de Hornos.
Pertenecen a este gran grupo lingüístico las lenguas Quechua y Aymara así como la gran familia llamada «Araucana-Tchon», que incluye el Mapuche o Mapudungun (con sus dialectos Moluche, Pehuenche, Picunche, Huilliche, Lafkenche, etc.); la lengua Tehuelche; las lenguas Selknam del norte, del sur y Haux; las lenguas Alacalufes o Kaweshkar, y la lengua Tchon, de los habitantes de los archipiélagos de Chiloé, las Huaitecas y los Chonos (o del pueblo Tchon).
Gracias a esa raíz lingüística común, los indígenas de los tiempos históricos podían entenderse en forma comparable a como un español puede entender, aunque con dificultades, a un francés, un portugués o un italiano. Ya los conquistadores españoles pudieron utilizar intérpretes indígenas peruanos que se entendían bien con los picunches, e intérpretes picunches que se comunicaban sin mucha dificultad incluso con los huilliches del extremo sur de la Araucanía.

Las evidencias arqueológicas

Los más antiguos yacimientos arqueológicos de la zona central y sur de Chile son los de Quereo, cerca de Los Vilos, que data de 9.500 años antes de Cristo; el de San Vicente de Tagua Tagua, en la Sexta Región, que es unos 500 años posterior, y el de Monte Verde, cerca de Puerto Montt, que data de hasta 12.000 años antes de Cristo. Todos ellos muestran la existencia de comunidades de cazadores muy hábiles en el arte de tallar armas e instrumentos de piedras cristalinas y capaces de capturar piezas de gran tamaño entre las que se contaban mastodontes, guanacos gigantes, milodones y megaterios, especies de mamíferos de enorme corpulencia que se extinguieron muchos siglos antes de la llegada de los europeos.
Aunque no existen evidencias que permitan probar categóricamente que esos antiquísimos cazadores sean los antepasados directos de los mapuches, es plausible considerar que no haya habido una interrupción dramática de esa línea genética, si bien es posible que se hayan producido invasiones y mezclas con otros grupos llegados con posterioridad.
La unidad lingüística señala que los habitantes de todo el territorio tenían una unidad cultural básica perfectamente homogénea que hace pensar en un origen común y continuado.
Otros yacimientos arqueológicos muy posteriores son los de El Bato y Llolleo, que datan de alrededor del 300 de la era cristiana y se encuentran entre los ríos Choapa y Maipo. Allí se evidencia que los indígenas ya practicaban agricultura de consumo, poseían algunos animales domésticos y dominaban una alfarería eficiente consistente en vasijas, ollas, botellas, pipas para fumar y adornos de cerámica. Entre los productos más típicos de alfarería se cuenta el llamado “jarro pato” o ketrumetawe en idioma mapudungun. Es decir, hay fuertes indicios de que estos yacimientos corresponden ya a la cultura mapuche.
También claramente mapuches son los sitios arqueológicos del llamado Complejo Pitrén, que indican que entre los años 600 y 1.100 después de Cristo existían numerosas comunidades y grupos familiares o tribales fuertemente instalados en la región entre el río Bío Bío y el lago Llanquihue.
Estas comunidades mantenían sus hábitos de cazadores, mariscadores y recolectores de frutos silvestres (sobre todo el suculento piñón, fruto de la araucaria o pehuén), pero practicaban también una intensa agricultura de consumo con plantaciones familiares de maíz y papas.
Por último, el llamado Complejo Arqueológico El Vergel señala que en la misma región, entre los años 1000 y 1300 después de Cristo, la influencia cultural picunche había penetrado fuertemente trayendo consigo la domesticación de una variedad de guanacos y enriqueciendo los cultivos con variedades de quínoa, ají y varias clases de hortalizas. También se encuentran ahí los primeros enterramientos en féretros de troncos ahuecados o wampos. Ya los indígenas de estos sitios arqueológicos corresponden sin lugar a dudas a la nación mapuche que se había enseñoreado de todo el territorio chileno al sur del Choapa y de gran parte del territorio de la actual Argentina, desde la provincia de Buenos Aires hasta la zona patagónica ocupada por los tehuelches. Estos últimos, a su vez, recibieron en tiempos post colombinos un fuerte impacto cultural de parte de los mapuches, de quienes aprendieron a utilizar ropajes de telas de lana, algunas nociones de metalurgia y, sobre todo, el uso de caballo.
El etnólogo Ricardo Latcham sostuvo la teoría de que el grupo mapuche llamado “araucano” por los conquistadores, sería una nación procedente de Argentina, gente muy belicosa y más fuerte que los demás mapuches, que habría penetrado al territorio de Chile apoderándose de la zona entre el Bío Bío y el lago Llanquihue. Estos serían los moluches o gente de guerra. La teoría de Latcham ha sido desestimada. De hecho, grupos mapuches traspasaban permanentemente la cordillera de los Andes en ambas direcciones, y las últimas grandes malocas o incursiones de guerra y saqueo que afectaron a la provincia de Buenos Aires hasta finales del siglo XIX estaban integradas principalmente por mapuches procedentes de Chile, tanto pehuenches de la zona cordillerana como lafkenches y huilliches de las zonas costera y sur.

Origen del Pueblo Mapuche


El nombre que se dan a sí mismos los indígenas de la raza que los españoles llamaron “Araucana”, deriva de los sustantivos Mapu que significa tierra, país, el territorio de la nación propia, la Patria, y Che que significa persona, gente, cada uno de los miembros de la nación. Mapuche, de esta manera, significa gente del país, paisano, compatriota.
De acuerdo a versiones de algunos antropólogos modernos, la denominación Mapuche tenía una connotación similar a la que se daban a sí mismos los pueblos arios de Europa, como Deutche, Tuata y Tota de los germanos, los celtas y los itálicos, que significa “la totalidad”, “todos los hombres”, implicando que sólo los miembros de la propia nación son completa y perfectamente humanos, y los demás lo son solamente a medias.

LA MACHI


La llegada del español a la tierra de nuestro Pueblo Mapuche significó la muerte, la destrucción de todo el entorno animal, vegetal, mineral, o sea, nuestra madre Tierra y la destrucción de la Civilización Mapuche en el modo de vivir y organizar la vida.


La Machi, autoridad religiosa de Nuestro Pueblo Mapuche, ha vivido una persecución, muchas de ellas fueron quemadas o asesinadas de diferentes formas, destruidos los Rewes en las comunidades. Todo ello por ser consideradas brujas o hechiceras.


La guerra que impone el español hace que el tiempo dedicado a la ciencia Mapuche y a la misma astronomía se ocupe en la guerra. Esto altera toda la convivencia social Mapuche y en el plano de la Educación se produce que muy pocos manejan los conocimientos astronómicos y en el plano de la medicina es la Machi que mantendrá los conocimientos que milenariamente eran parte de la educación Mapuche. La religión Cristiana Católica, como las sectas religiosas han descalificado a nuestra autoridad religiosa, la Machi, desvalorizando el rol que ella tiene en nuestro Pueblo, al mismo tiempo justificando la invasión y destrucción de nuestra tierra Mapuche.
La tierra siempre ha sido fundamental para la práctica de nuestra religiosidad. La destrucción o usurpación de ella que ha hecho los winkas, hace que en determinados espacios considerados sagrados para nuestro pueblo no podamos practicar el Nguillatum o el palín.
La destrucción a nuestra Madre Tierra, que hicieron desde su llegada los españoles, hasta la actualidad, deja el triste balance de muchos animales, aves, hierbas, árboles extinguidos y una alteración al sistema natural de vida. Ello llevado al plano de la medicina Mapuche, las hierbas, plantas, requeridas para Lawen (remedio), no se encuentra en el lugar donde vive la Machi, implicando esto también el terminar con la medicina Mapuche.
La ciencia occidental no ha dado respuesta a enfermedades que no tienen origen natural, como tampoco pueden dar una respuesta médico científicas a estas enfermedades, pero nuestras Machi sanan estas enfermedades e incluso enfermedades winkas, con un método que hace que el cuerpo viva su enfermedad y posteriormente viva su mejoría. Todo mediante el sistema científico-Mapuche vinculado estrechamente al conocimiento y observaciones que hicieran nuestros antepasados y como una herencia hoy los encontramos en el conocimiento y sabiduría de las Machi.



VOCABULARIO
Rewe:
Tronco escalonado, que simboliza la conexión con el cosmos. Además alrededor de el se realizan todas las ceremonias religiosas Mapuche.
Winka:
Usurpador, ladrón, asesino, violador, extranjero.
Nguillatun:
Ceremonia religiosa practicada por los Mapuche. Son realizadas para el equilibrio de la ÑuqueMapu y para el equilibrio de las personas.
Palin:
Juego conocido con el nombre winca de "chueca".

Nguillatun o Guillatún Mapuche



En muchas de las ceremonias rituales mapuches y de acuerdo a la cosmovisión, se persigue la compensación de las fuerzas del bien (Ngnechen) con las del mal (weküfe). El primero significa vida y construcción, el segundo destrucción y muerte.

Entre las más destacadas, cabe señalar al nguillatun, ceremonia de rogativa, el machitun, ritual de sanación, el wentripantu o celebración del Año Nuevo, el día del solsticio de invierno, se podrían considerar también los ritos funerarios y de iniciación.
Para el nguillatun, se necesita un lugar especialmente dispuesto para este fin. En su centro se instala el rewe y a su alrededor los participantes. Dura un mínimo de dos días y un máximo de cuatro.
En algunas zonas de la Araucanía se realizan cada dos, tres o cuatro años, según las necesidades.
La rogativa es por diversos motivos: el clima, las cosechas, para evitar las enfermedades o para lograr la abundancia de alimentos.
Durante la ceremonia se realizan bailes acompañados de diversas oraciones. Además se sacrifica un animal, generalmente un cordero, por el ngepin que es el director del rito. Luego la sangre del animal se asperja o se reparte a los invitados, ofreciéndose a los participantes la bebida ritual llamada muday (maíz fermentado). El cuerpo del animal sacrificado puede ser completamente quemado en un fogón para ser consumido.
La machi en esta ceremonia aparece como una auxiliar del oficiante y entre los sones de su kultrung canta:
"Te rogamos que llueva para que produzcan las siembras, para que tengamos animales.
"Que llueve" diga usted Hombre Grande cabeza de Oro y usted. Mujer Grande rogamos a las dos grandes y antiguas personas."


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Instrumentos Musicales indigenas

Instrumentos musicales indígenas
El clima inhóspito, la lucha para sobrevivir en esta tierra cubierta durante meses por la nieve le dan a la música un carácter lastimero donde la pasión es cruel y desesperanzada. La pasión no puede expresarse ni siquiera a través del llanto o del amor. De allí la sencillez de sus instrumentos musicales y que la música araucana sea queja y angustia.
Utilizaban varios instrumentos musicales: cultrun, trutruca, pifilca, ñorquin, quinquer-cahue, o violin araucano.
Cultrun:
Tambor hecho de un trozo de madera ahuecado, con forma de timbal. Está forrado con un cuero de caballo bien estirado.
Se lo percute con un solo palillo cuyo mango esta adornado con hilos de colores.
Pifilca:
Es una flauta construída de madera o hueso. Es corta y suena como un pito.
Se la lleva colgada del cuello mediante un cordón.
En la actualidad se la construye con tallas de madera de unos 30 a 40 centímetros. El tubo esta cerrado en su extremo inferior y se lo perfora más o menos hasta la mitad de su largo. Emite un solo sonido y esta única nota se mezcla en el curso del canto o del conjunto instrumental sin relación rítmica ni tonal con el resto.
Trutruca:
Este instrumento está construído con una caña colihue, de hasta unos cuatro metros de largo. Se la parte por la mitad para ahuecarla. Luego se juntan las dos mitadas con un hilo de lana y se la forra con tripa de caballo.
En uno de sus extremos se coloca un cuerno de vaca y por el otro se sopla. Su sonido parece el bramido de un toro y representa la fuerza de la tribu.
Es uno de los dos tipos de grandes aerófonos existentes en nuestro país (el otro es el erke).
Quinquercahue:
Tenía dos arcos (generalmente de huesos de costilla) complementado por una sola cuerda de crines de caballo. Se tocaba apoyando, con la mano izquierda, uno de los arcos - cuerpo del violín - contra los dientes incisivos superiores. La mano derecha, a su vez, pasaba la cuerda del otro arco - arco del violín - sobre la anterior, produciendo un sonido quejumbroso y doliente.
Lolquin:
De hechura similar a la trutruca pero mucho más pequeño. Se fabrica con la caña del cardo llamado "troltro"
Clarín:
El clarín fue conocido a la llegada de los españoles y fue imitado con materiales de la zona (cañas vegetales y madera).
Cullcull:
Era la corneta con la que se daba la señal de alarma ante una emergencia y también en la guerra. Se hacia con cuernos de buey.
Pinquilhue:
El pinquilhue, de épocas remotas, era algo así como un flautín fabricado con el tallo del colihue.
Caquel cultrum:
Es un tambor confeccionado con el corte hueco de un tronco.
Huala:
Especie de maraca, es una calabaza que suena con pepas secas y a veces piedrecillas.
Cada Cada:
Son grandes conchas que suenan frotando sus bordes y caras rayadas.
Varios de los instrumentos citados suelen ejecutarse, todos a la vez, durante las ceremonias rituales: "nguillatunes y machitunes ".

martes, 8 de diciembre de 2009

Mitologia Mapuche


DOMO Y LITUCHE

Hace infinidad de lluvias, en el mundo no había más que un espíritu que habitaba
en el cielo. Solo él podía hacer la vida. Así decidió comenzar su obra cualquier
día.
Aburrido un día de tanta quietud decidió crear a una criatura vivaz e imaginativa, la
cual llamó "Hijo", porque mucho le quiso desde el comienzo. Luego muy contento
lo lanzó a la tierra. Tan entusiasmado estaba que el impulso fue tan fuerte que se
golpeó duramente al caer. Su madre desesperada quiso verlo y abrió una ventana
en el cielo. Esa ventana es Kuyén, la luna, y desde entonces vigila el sueño de los
hombres.
El gran espíritu quiso también seguir los primeros pasos de su hijo. Para mirarlo
abrió un gran hueco redondo en el cielo. Esa ventana es Antú, el sol y su misión
es desde entonces calentar a los hombres y alentar la vida cada día. Así todo ser
viviente lo reconoce y saluda con amor y respeto. También es llamado padre sol.
Pero en la tierra el hijo del gran espíritu se sentía terriblemente solo. Nada había,
nadie con quién conversar. Cada vez más triste miró al cielo y dijo: ¿Padre,
porqué he de estar solo?
En realidad necesita una compañera -dijo Ngnechén, el espíritu progenitor.
Pronto le enviaron desde lo alto una mujer de suave cuerpo y muy graciosa, la que
cayó sin hacerse daño cerca del primer hombre. Ella estaba desnuda y tuvo
mucho frío. Para no morir helada echó a caminar y sucedió que a cada paso suyo
crecía la hierba, y cuando cantó, de su boca insectos y mariposas salían a
raudales y pronto llegó a Lituche el armónico sonido de la fauna.
Cuando uno estuvo frente al otro, dijo ella: - Qué hermoso eres. ¿Cómo he de
llamarte? . Yo soy Lituche el hombre del comienzo. Yo soy Domo la mujer,
estaremos juntos y haremos florecer la vida amándonos -dijo ella-. Así debe ser,
juntos llenaremos el vacío de la tierra -dijo Lituche.
Mientras la primera mujer y el primer hombre construían su hogar, al cual llamaron
ruka, el cielo se llenó de nuevos espíritus. Estos traviesos Cherruves eran
torbellinos muy temidos por la tribu.
Lituche pronto aprendió que los frutos del pewén eran su mejor alimento y con
ellos hizo panes y esperó tranquilo el invierno. Domo cortó la lana de una oveja,
luego con las dos manos, frotando y moviéndolas una contra otra hizo un hilo
grueso. Después en cuatro palos grandes enrolló la hebra y comenzó a cruzarlas.
Desde entonces hacen así sus tejidos en colores naturales, teñidos con raíces.
Cuando los hijos de Domo y Lituche se multiplicaron, ocuparon el territorio de mar
a cordillera. Luego hubo un gran cataclismo, las aguas del mar comenzaron a
subir guiadas por la serpiente Kai-Kai. La cordillera se elevó más y más porque en
ella habitaba Tren-Tren la culebra de la tierra y así defendía a los hombres de la
ira de Kai-Kai. Cuando las aguas se calmaron, comenzaron a bajar los
sobrevivientes de los cerros. Desde entonces se les conoce como "Hombres de la
tierra" o Mapuches.
Siempre temerosos de nuevos desastres, los mapuches respetan la voluntad de
Ngnechén y tratan de no disgustarlo. Trabajan la tierra y realizan hermosa
artesanía con cortezas de árboles y con raíces tiñen lana. Con fibras vegetales
tejen canastos y con lana, mantas y vestidos.
Aún hoy en el cielo Kuyén y Antú se turnan para mirarlos y acompañarlos. Por eso
la esperanza de un tiempo mejor nunca muere en el espíritu de los mapuches, los
hombres de la tierra



HISTORIA DE LA MONTAÑA QUE TRUENA


Cuentan que hace muchísimo tiempo vivía en la cordillera un pueblo de guerreros,
un pueblo al que los otros llamaban "El enemigo invencible". No tenían vecinos ni
aliados, porque el primero que se animaba a entrar en su territorio sin autorización
era esclavizado o aniquilado. Dicen que no hubo país donde las piedras y las
flores fueran más rojas, porque allí la sangre de las guerras había penetrado hasta
las capas mas profundas de la tierra. Entre los invencibles no había lugar para los
débiles: los niños mamaban el valor, de los pechos ceñidos de sus madres y allí
mentándose con carne cruda se convertían en hombres altos y fuertes como
montes.
Este pueblo tuvo un jefe valiente y formidable llamado Linko Nahuel, el “tigre que
salta”. Era tan valeroso como feroz, y cuentan que si alguien hubiera podido
navegar en los ríos de sus venas hubiera visto hervir la sangre. Entre todas las
montañas del país de Linko Nahuel se distinguía el pico nevado del cerro Amun-
Kar, el monte sagrado que es el trono de Dios. Dominaba el paisaje con sus
laderas que subían verdes y boscosas. A veces, la montaña se transformaba,
lanzaba humo y fuego hacia el cielo, bombardeando a los Mapuches con rocas
incandescentes que parecían las tokikuras de Dios. Y la gente le tenia más miedo
que a la furia de Linko Nahuel.
Un amanecer, mientras acampaban en el gran valle que se encontraba a los pies
del Amun-Kar, los centinelas, bajaron corriendo las laderas para contar lo que
habían visto. Miles y miles de enanos armados, avanzaban por la cuesta de la
montaña sagrada.
Linko Nahuel sintió como la cólera le subía por el pecho, como sus brazos
ansiaban descargar un golpe contra los invasores que ni permiso habían pedido;
él los aplastaría, una vez más la sangre correría por las sendas y los arroyos. Pero
Linko Nahuel también era astuto, y conocía el valor de los planes. Por eso llamo a
sus segundos y les ordeno:
“Vayan a entrevistarse con el jefe de los enanos. Cúbranse con cueros de
guanacos y puma, píntense la cara del modo más horroroso y adórnense con las
plumas de choike mas largas y oscuras que tengan. Y sobre todo, ya saben,
mirada severa y pocas palabras. Así los intimidaremos. Ya van a ver cuando
comiencen la retirada, ahí caeremos sobre ellos”.
Los emisarios se fueron confiados, pero volvieron humillados y furiosos a rendir
cuentas ante Linko Nahuel: - “Los enanos son gente de montañas y planean
quedarse a vivir en el Amun-Kar, no conocen tu nombre y no tienen miedo de la ira
de Dios. Son tan chiquitos como un anchimallen, pero hay que reconocer que son
valientes y tantos, que cuando nos rodearon no veíamos nada mas allá”.
Entonces Linko se dispuso para la guerra y partió. Trepaban la cuesta, cuando
sorpresivamente los enanos se lanzaron desde arriba sobre ellos, hiriéndolos con
miles de flechas y lanzas diminutas. Defenderse era difícil. Linko alentaba a los
suyos para alcanzar a los pigmeos, pero estos se protegían detrás de paredones y
salientes, y desde allí empujaban la nieve y piedras que caían en alud sobre el
ejercito invencible. Los enanos eran muchos y rodearon a los mapuches. La tierra
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y la nieve se teñían de sangre, y Linko Nahuel, enfurecido, pedía refuerzos con
gritos desaforados.
Los enanos se dieron vuelta y comenzaron a huir con extraordinaria agilidad
montaña arriba dejando atrás a Linko Nahuel, que los perseguía. Pero los
guerreros de Linko eran gente de los valles y de las hondonadas y no podían
competir con sus enemigos, que milagrosamente se perdieron de vista. La trampa
estaba tendida: los enanos salieron de sus escondites y los atraparon uno por uno.
El cacique de los enanos dictaminó su sentencia: “Todos los prisioneros
mapuches deberían subir hasta la cumbre y desde allí serian precipitados; él
último en caer seria Linko Nahuel, para que viera la muerte muchas veces antes
de dar su último salto”.
Penosamente subía el tigre derrotado pisando por primera vez las rocas de la
cima. Cuando el enano dio la orden de detenerse ataron a los prisioneros de pies
y manos y comenzó el castigo.
Empujaron al primer mapuche al precipicio. Erguido y rígido, Linko miraba la
distancia, ese paisaje nuevo que no lo dejaba recordar, que aplacaba por primera
vez su sangre huracanada. Entonces se escucho el primer estruendo, los
estallidos interiores de la montaña de Dios. Las rocas volaron en mil pedazos. Un
viscoso lago de fuego arrastró a los mapuches y enanos, que mezclaron sus gritos
y quedaron confundidos en la misma ceniza.
Y Dios dispuso que los dos jefes se sentaran frente a frente, para que
contemplaran juntos el horror, provocado por la osadía de llevar la guerra a su
montaña. Para que el castigo fuera eterno los convirtió en piedra; y desde ese
entonces fueron cubiertos muchas veces por la lava ardiente o el hielo,
condenados a escuchar el tronar intermitente de su furia. Por eso la gente del valle
ya no llama al cerro Amun-Kar sino Tronador, y dicen los mapuches que los dos
caciques esperan en vano el día en que Dios se duerma y puedan despertar ellos
para vengar a sus pueblos.



Se respeto el tratado 169

15.55 Esto significa que el tribunal supremo del país ratificó la vigencia y aplicabilidad de las disposiciones del 169, las cuales en este caso en particular protegen la cultura del pueblo mapuche.


En un fallo contundente la Corte Suprema, ratificó en toda sus partes la sentencia dictada el pasado 16 de septiembre del 2009 por la corte de apelaciones de Temuco, la cual acogió el primer recurso de protección fundamentado en el convenio 169 de la OIT. Esto significa que el tribunal supremo del país ratificó la vigencia y aplicabilidad de las disposiciones del 169, las cuales en este caso en particular protegen la cultura del pueblo mapuche, el ejercicio de la medicina tradicional mapuche por parte de la Machi Francisca Linconao y el espacio medioambiental de la comunidad a la cual pertenece. Basándose en estos fundamentos, la corte Suprema obliga a la forestal Palermo LDTA. propietaria del Fundo Palermo Chico, cerro Rahue, abstenerse de cortar árboles y arbustos nativos dentro del perímetro de los 400 metros más próximos a la existencia de manantiales, conocidos como Menokos (ojos de agua para el pueblo mapuche), ya que estos tienen un carácter sagrado para el Pueblo Mapuche. Asimismo, la Forestal no podrá realizar corta de árboles y arbustos sin que cuenten con el plan de manejo aprobado por la CONAF, agregando que esta última institución deberá considerar al momento de resolver su otorgamiento, el impacto que produce en los manantiales la sustitución de especies nativas por exóticas.Hugo Castro, abogado de la Fundación Instituto Indígena de Temuco indicó que “La corte Suprema, para llegar a esta resolución tomo en consideración el artículo 13 de convenio 16, que establece el especial apego que tienen los pueblo originarios respecto de la tierra en que habitan, su medio ambiente y recursos naturales, además del articulo 1 y 7 de la ley indígena del año 1993, la cual establece la protección de la cultura y medioambiente, además de los recursos naturales de los indígenas”. Por otro lado, el profesional agregó que “la Corte ratifica la interpretación amplia que le ha dado la Jurisprudencia Nacional y la Doctrina Internacional al concepto de medio ambiente, vinculando lo anterior con el otorgamiento de una especial protección de la cultura y recursos naturales del pueblo mapuche”.Cabe mencionar, que la Corte Suprema no se pronunció respecto a la denuncia interpuesta por la Fundación Instituto Indígena, en relación a una infracción cometida por la Sociedad Palermo LTDA. a la orden de no innovar que decretó la Corte de Apelaciones de Temuco, en el recurso de protección que la FII presentó en representación de la mencionada Machi, ya que se habrían realizados diversas faenas dentro del fundo, para la instalación de una antena de una compañía celular. En tanto, la Institución sólo espera que el fallo se haga efectivo, para que la Machi pueda continuar realizando sus trabajos de medicina mapuche.

convenio 169

Tras una larguísima tramitación legislativa, y un año después de su ratificación, ha entrado en plena vigencia el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes de la OIT. Chile es el vigésimo Estado que lo ratifica y el decimotercero en América Latina.El convenio establece un nuevo escenario para las relaciones entre el Estado y los pueblos indígenas. En él se reconoce a estos pueblos un conjunto de derechos colectivos, incluyendo la participación en instituciones electivas y organismos públicos; el derecho a ser consultados, de buena fe y con el fin de lograr acuerdos, cuando se adopten medidas que los afecten; el derecho a decidir sus prioridades en materia de desarrollo y a conservar sus costumbres e instituciones. También se establecen derechos sobre sus tierras y territorios que tradicionalmente ocupan, tales como la propiedad y posesión, debiendo los estados adoptar medidas para su determinación y procedimientos para solucionar su reivindicación. A ello se agregan los derechos sobre los recursos naturales que se encuentran en ellas, incluyendo la participación en su utilización, administración y conservación; y, en el caso de los recursos del subsuelo, la consulta antes de autorizar su prospección o explotación, así como la participación en los beneficios, e indemnización por el daño de tales actividades.El Convenio 169 obliga al Estado de Chile, en primer término, ante la OIT, órgano del que emana, debiendo desarrollar una acción sistemática con miras a proteger los derechos de esos pueblos y a garantizar el respeto de su integridad. Se obliga además a enviar a la OIT informes periódicos sobre su aplicación, el primero al año de su entrada en vigencia, y los posteriores cada cinco años. Las partes de la OIT, trabajadores, empleadores y estados, pueden además presentar reclamaciones y/o quejas ante esta entidad para alegar el incumplimiento de sus disposiciones. En virtud de la Convención de Viena sobre derecho de los tratados (1969), ratificada por Chile, este convenio deberá ser cumplido de buena fe por el Estado, no pudiendo invocar su derecho interno como justificación para el incumplimiento.Como tratado internacional de derechos humanos, el Convenio 169 además se integra al ordenamiento jurídico interno. De acuerdo al artículo 5, inciso segundo, de la Constitución, es deber de los órganos del Estado respetar y promover los derechos humanos garantizados por los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes. Por lo mismo, como lo ha reconocido la jurisprudencia y el propio gobierno en sus informes ante la ONU, los derechos establecidos en él se integran al ordenamiento jurídico con rango constitucional. Ello, a pesar de que el Tribunal Constitucional estableciera que varias de sus disposiciones, como las referidas a la participación en los planes y programas susceptibles de afectar a estos pueblos y a los derechos sobre los recursos naturales que se encuentren en sus tierras y territorios, son programáticas y requieren de reforma legal para su plena efectividad.Igualmente, el convenio deberá orientar la política pública en relación con estos pueblos. En materia legislativa, y no obstante su rango constitucional antes referido, el Congreso deberá introducir reformas a la legislación incompatible con sus disposiciones, en particular aquélla referida a los derechos sobre recursos naturales como agua, minerales, recursos geotérmicos, entre otros, los que en un contexto de globalización económica han sido apropiados por corporaciones con graves implicancias para los pueblos indígenas.Las posibilidades que el Convenio 169 abre para Chile son enormes. La experiencia de su aplicación en otros países ha demostrado que éste, lejos de generar fragmentación y conflictividad, ha facilitado nuevas formas de convivencia interétnica, basadas en el respeto a estos pueblos y sus derechos. Así, en América Latina ha inspirado reformas que no sólo han posibilitado el reconocimiento de la multiculturalidad, interculturalidad y/o plurinacionalidad existente en los estados, sino también el ejercicio creciente por parte de estos pueblos de derechos de participación política, de control de sus propios recursos y desarrollo, y de fortalecimiento de sus culturas, hasta hace poco negadas.Esperamos que los órganos del Estado, y que la sociedad chilena, incluyendo el empresariado, asuman los desafíos que el convenio plantea. Ello contribuirá no sólo a superar los conflictos que proliferan en los territorios indígenas como consecuencia de la exclusión económica y política a que los pueblos indígenas siguen sometidos, sino también a hacer posible que el Chile del bicentenario ponga fin para siempre a la ficción del “estado nación”, dando acogida a su diversidad y riqueza étnica y cultural

Año Nuevo Mapuche

El 24 de junio los pueblos originarios, tanto de Chile como de Argentina, celebran el comienzo del año nuevo. Una tradición milenaria que cada año suma nuevos visitantes.
El pueblo mapuche, al igual que la gran mayoría de los pueblos originarios del continente, desarrolló un gran conocimiento de la astrología y la astronomía. Logró interpretar los movimientos del sol y de los astros, así como también los cambios y alteraciones que estos producen en la naturaleza e inclusive en la personas. La comprensión y decodificación del idioma de la tierra y la naturaleza hizo posible que estos pueblos pudieran definir con exactitud el inicio de cada etapa, la finalización y el comienzo del nuevo año. “We Xipantu” o “Nquillatún”, que en mapuche significa "año nuevo" o “salida del nuevo sol”, es la celebración más importante de los pueblos originarios del hemisferio sur y coincide con el Inty Raimy (de la tradición Inca), en el que se elevan ruegos y agradecimientos a un mismo elemento, fundamental para la vida: el sol, fuente de sabiduría y renovación.




La llegada del invierno, que en nuestro hemisferio es el 21 de junio, coincide con el solsticio de invierno, punto del calendario en el cual la tiera se aleja más del sol. Es el día más corto del año y su noche la más larga. Para los mapuches, este fenómeno natural marca la finalización del período de cosecha y el principio de una nueva época de siembra. Partiendo de una concepción cíclica del tiempo, el festejo tiene como protagonista al sol. Según la religión mapuche, el sol nace con la llegada del invierno, se vuelve joven y adulto en primavera, envejece durante nuestro verano y comienza a morir en otoño, cuando los árboles pierden sus hojas, los animales cambian su pelaje y otros fenómenos alteran a la naturaleza, incluidos los hombres.



La ceremonia comienza la noche del 23 de junio, con familias enteras reunidas en torno a un gran fogón escuchando relatos de los más viejos del grupo y degustando platos típicos preparados especialmente para el acontecimiento. A las primeras horas de la madrugada del nuevo día, los integrantes de cada familia, ancianos, jóvenes y niños, abandonan el calor del fuego para acercarse al río, arroyo o vertiente más cercana para bañarse, en un rito de purificación, para estar limpios de cuerpo y espíritu antes de recibir al nuevo sol y, en consecuencia, al año nuevo. Un conjunto de rezos individuales y grupales prosiguen luego del baño y así se da inicio a la celebración. Luego, las familias regresan a sus casas tocando instrumentos típicos y bailando su música.


Según la comunidad a la que se pertenezca, se realizan decenas de actividades. Estas incluyen ceremonias religiosas, juegos populares, bautismos y hasta se realiza a las niñas mayores de seis años los orificios en sus orejas para poder usar aros y abandonar de este modo la niñez. Todas estas actividades están destinadas a fortalecer el espíritu de hermandad de la comunidad, la amistad entre grupos familiares y la convivencia con los otros. Quizá por ello no resulta extraño que en los últimos tiempos estas fiestas populares se han abierto no sólo a los chilenos y argentinos en general, sino también a gran cantidad de turistas extranjeros que se acercan durante estas fechas para observar y formar parte de estos festejos y rituales que derivan de una evolucionada filosofía de vida que lejos está de perderse

Joyas de la Mujer Mapuche


JOYAS FEMENINAS DE LA CULTURA MAPUCHE DISEÑO DE LAS JOYAS MAPUCHES:
la joya femenina goza de una gran belleza basada en formas geométricos que logran identificarlas con un estilo único y exclusivo dentro del amplio espectro de joyas antiguas a nivel universal, si bien no cuentan con un trabajo detallista, logran una impresionante estética donde destacan formas cuadradas, trapezoides, circulares, cónicas y redondas, formas antropomorfas y zoomorfas entre otras. *CLASIFICACION DE LAS JOYAS SEGÚN SU USO: las joyas de la indumentaria femenina mapuche pueden ser clasificadas según un tipo de topología y corresponden al uso que se les da dependiendo de la zona del cuerpo donde se usen. *Prendas Del Cuello: estas se caracterizan por prender de la zona de cuello de las mujeres mapuches, en esta sección haré mención de un tipo de joya que no era fabricado del preciado metal de la plata, pero que merece especial anotación debido a su popularidad, es el caso de los meñaques y llankatu, hermosas joyas fabricadas de chacaritas, piedras de río y cuentas de vidrios, que solían prender de los cuellos de las mujeres mapuches. Dentro de la clasificación de las joyas de pata del cuello que en mapudzungún se denominan akucha (que cuelga) se encuentran entre las cuales se encuentran: traripel, collares y kilkai * Del libro Hijos del Viento, Editorial Proa Fundación Sikil de placas (joya pectoral colgante): representa principalmente el territorio y la mujer, el espacio fértil donde nace la vida del hombre y de la tierra; las placas que se entrelazan forman cadenas simbolizan la relación entre el hombre, el cielo y la familia, la aplaca final el territorio y vientre como territorio donde las formas antropomorfas que penden pueden simbolizar la familia o los antepasados.
Tupu (alfiler): esta joya es principalmente un objeto funcional, es un alfiler hermosamente decorado del cual se prendían o sujetaban las pesadas joyas de la indumentaria mapuche, además representa una mágica protección para las mujeres. Existen muchas versiones y cada una representa diferentes íconos del mundo mapuche: tupu media luna, tupu discoidal, tupu zoomorfo, etc., en su interior algunos tupus representa la flor mapuche de we tripantu (año nuevo), otros contienen formas propias de la naturaleza.

SIMBOLOGÍA: el significado más profundo de las joyas es que son una conexión con el mundo celestial, a través de sus diseños e iconografías como figuras antropomorfas, zoomorfas y símbolos dan cuenta de conceptos relacionados con su cosmovisión, sirven como protección contra los espíritus malignos (pillanes) y conectan con Ngenechen (dios). Existen una serie de símbolos que hacen referencia a la luna y representa a la mujer (fertilidad), la vida, por su parte el sol (antu) representa la fuerza del hombre; el cintillo (trarilonko) es donde se concentra el pensamiento y la lucidez; las joyas pectorales de la mujer hacen referencia a la mujer, su condición de soltera o casada y representan la familia, la descendencia, la ascendencia e invocan a la fecundidad. Existen joyas que se utilizan dependiendo de ciclo fértil de la tierra (primavera, invierno, verano u otoño) lo que habla en forma explícita de la íntima relación que existe entre el mundo mapuche y la naturaleza. Cada familia goza de joyas que el retafe (orfebre) crea especialmente para cada familia, por lo cual resulta de gran importancia el traspaso de estas joyas que realiza la abuela a su nieta o la madre a su hija.

*Prendas De La Cabeza: los nombres que recibe cada una de estas joyas tienen como pila su denominación de origen según el idioma propio de esta región, cabeza (lonko) que se dividen en adornos propios de la frente como los tocados de las trenzas llamados nitrowe, los tocados de la frente: trarilonkos y aros llamados chawai.

*Prendas Del Pecho: Estas Joyas Son Las Populares Dentro De Las Joyas Femeninas Y Se Utilizaban Pendiendo Desde El Pecho O De Los Costados Desde Los Hombros, Tales Como Trapelakuchas, Prendedor De Dos Y Tres Cadenas, Sikiles, Runi Runi, Llol-Llol, Etc., Sujetados Por Decorados Y Grandes Alfileres, Conocidos Como Tupus Y Punzones.

SIMBOLOGÍA DE JOYAS REPRESENTATIVAS:

Trarilonko (cintillo): existen con monedas de plata, con perlas de plata (llef-llef:que brilla) con placas representa y con técnicas mixtas de placas, perlas y monedas. El trarilonko representa el pensamiento y la conexión religioso-mágica entre el hombre y las divinidades celestiales, esta se lleva en la cabeza y es la más cercana comunicación con los antepasados y los espíritus, es una joya muy preciada y popular en que se utiliza en las ceremonias.





Kilkai (joya pectoral): esta hermosa joya formada por cadenas y pequeños discos, se utilizaba colgando sobre el pecho, sujetada desde los hombros con alfileres (punzón o tupu), y contiene hermosos tallados representados generalmente por aves, semillas, flores y diseños representativos de la naturaleza (el agua, la tierra, etc.)








Chawai (aros): son hermosos aros con formas de media luna, trapezoide, pisiforme, etc., generalmente los aros representan formas relacionadas con la fecundidad y fertilidad, en el caso de los aros trapezoide se representa de tierra (fecundidad), en los aros pisiforme se observan formas de peces que cuelgan y que en su interior contienen huevos (fecundidad), los aros media luna representan a la luna y la mujer. Prendedor de Tres cadenas: esta joya es una de la más usada y populares dentro de las indumentaria femenina, representa el mundo celestial y terrenal del hombre, la placa superior muestra una pareja de aves (dualidad entre hombre y mujer, lo femenino y masculino) sus eslabones son la conexión entre el cielo y lo terrenal y la placa inferior representa la tierra (territorio) y el hombre ( la vida), los discos y formas que penden pueden ser deidades infraterrenales, la familia o el espíritu de los antepasados.

Organizacion social, tijido y el cosmo mapuche

ORGANIZACION SOCIAL
La cultura Mapuche basó su organización social en la familia. Varias familias se reunían en linajes vinculados por los varones emparentados. Se asentaban en una misma región, disponiendo de un territorio para la agricultura, la recolección y el pastoreo.Cuando el territorio se hacía estrecho, algunos varones con sus familias migraban, dando origen a un nuevo linaje. Con el tiempo se iban perdiendo así los vínculos de sangre con el linaje original. Sin embargo el recuerdo de un antepasado común seguía uniéndolos, pero ya no se trataba de un antepasado real sino de uno mítico: podía ser un animal (Nahuel: tigre, Filu: serpiente, Ñancu: aguilucho) o algún elemento de la naturaleza (Curá: piedra, Antu: sol) que daba su nombre a los linajes emparentados.El varón más anciano era considerado jefe (Toki) y estaba encargado de la redistribución de las riquezas durante los festejos ceremoniales y solo en época de guerra tenía poder de mando.La llegada de los Mapuche a la Argentina modificó la antigua organización social. La guerra con el blanco y los frecuentes malones hicieron que el poder de mando del Toki fuera acrecentándose y se hiciera permanente. En el siglo XIX se llegaron a constituir los llamados "Grandes Cacicatos", cuyo dominio se extendía sobre enormes territorios que controlaban con el apoyo de caciques menores y capitanejos.

FAMILIA

Antiguamente la poligamia estaba permitida en la medida en que las condiciones económicas del hombre se lo hicieran posible, ya que debía "comprar" a la novia.El matrimonio Mapuche, según la costumbre, debe realizarse entre personas de distintos linajes y la nueva pareja se establece en el territorio del linaje del hombre.En la pareja, si bien la mujer ocupa una posición subalterna con respecto al hombre, goza de cierta independencia económica al disponer de su propia chacra y de sus propios animales, los que solo pueden ser vendidos con su consentimiento. Es propietaria además de las piezas de cerámica y de los tejidos que confecciona. Estas labores exclusivamente femeninas, se suman a sus tareas cotidianas en el hogar y a la crianza de los niños.La madre Mapuche da a luz en su vivienda, ayudada por comadronas. El padre que durante el parto se mantiene alejado, es el encargado de cumplir con la obligación tradicional de enterrar la placenta en algún lugar poco frecuentado.Poco después del nacimiento, los padres dan nombre al niño sin ninguna ceremonia, pero cuando este cumple cinco años, en un ritual llamado LAKUTUN, recibe el nombre dado por el abuelo paterno u otro anciano del linaje.


PLATERIA
La platería es una de las manifestaciones culturales que mejor representa al pueblo Mapuche, todo su mundo simbólico se expresa en las formas, en los grabados de las planchas de plata, en las figuraciones y en el uso que le dan a las joyas. Durante el período prehispánico los mapuche conocían el uso de los metales, y fabricaban adornos de cobre y muy probablemente de oro y plata.Después de la conquista española y hasta el siglo XIX, los Mapuche obtuvieron la plata del comercio con los españoles. A cambio de sus manufacturas o de ganado recibían monedas de plata que utilizaban como materia prima en la orfebrería. Su destacada labor en este arte sirvió al nutrido intercambio comercial con otros grupos indígenas y con el blanco. Cuando en el siglo XIX, la sociedad Mapuche de las pampas sufrió una notable diferenciación social y económica , la acumulación de objetos de plata fue signo de riqueza y prestigio.


TEJIDO
El tejido es una tarea exclusivamente femenina que si bien está destinada al uso cotidiano, esconde en la elección de los colores y diseños una simbología solo conocida por las grandes tejedoras o DUWEKAFE. EL HILADO: Para tejer se utiliza lana de llama, guanaco o (desde la llegada del español) oveja. La lana, lavada y estacionada, se desenreda y peina estirando sus hebras para hilarla. Para el hilado la tejedora utiliza un huso (COLIU= varilla redondeada) en uno de cuyos extremos se calza un peso o tortero (CHINQUED= disco de piedra o de cerámica).


El COSMOS MAPUCHE
Para los Mapuche el cosmos se divide en siete niveles que se superponen verticalmente en el espacio. Las cuatro plataformas superiores están habitadas por divinidades, ancestros y espíritus benéficos. Existe una plataforma del mal entre la plataforma terrestre y las cuatro benéficas, en donde residen los WEKUFE o entidades maléficas. En la plataforma terrestre, donde viven los Mapuche, se manifiestan tanto las fuerzas del bien como las del mal afectando la conducta humana. La última plataforma, subterránea, es la residencia de los hombres enanos "CAFTRACHE", también malignos.

Instrumentos Folclóricos Mapuches

CULTRUN: es el tambor de los araucanos. Su área comprende sólo la zona de influencia mapuche. Se ahueca un tronco de árbol hasta darle a la caja de resonancia la forma de un cono abierto o cóncavo con base plana. En el sur de Argentina se fabrica la caja con la mitad de una calabaza. Mide aproximadamente entre 35 a 40 centímetros de diámetro, una altura de 12 a15 centímetros y una base de aproximadamente 15 centímetros a la cual se adhiere un parche de cuero de vacuno o caballo que se tensa mediante un tejido adosado a la caja.


TRUTRUCA: La Trutruca (Trutruka, en Argentina), es de las familias de las trompas. Mide desde un metro cincuenta hasta 3 ó 4 metros de longitud. Consta de dos partes principales: el cuerpo y la bocina. El cuerpo está formado por un coligüe ahuecado, con un corte oblícuo en un extremo. En el otro extremo se le fija un cacho de vacuno, asegurado con fibras vegetales o hilos de tripas de animales. El cuerpo va forrado totalmente en tripa de caballo bien estirada para evitar algún escape de aire del interior al ejecutarse el instrumento. El sonido que produce es estridente y grave, con escasas variaciones tonales. Se usa en las ceremonias para pedir ayuda o lluvias (guillatún).




TROMPE: Idiófono araucano tradicional, con plena vigencia. Tiene forma de una llave hecha de acero con un alambre en el aire. La parte exterior forma la pieza y la central es la lengüeta, que va doblada hacia arriba para poder pulsarla.





CASCAHUILLA: Instrumento típico araucano, vigente en el área mapuche. Se usa como acompañamiento cuando se toca el cultrún en las ceremonias religiosas. Es una cinta o cuero al que van unidos unos cascabeles, atándose a la mano que percute el cultrún.




PIFILCA: Pito araucano con sonido. Es de madera, de forma cilíndrica, achatada en su extremo superior donde va la embocadura. Lleva un agujero longitudinal, pero sin traspasar el fondo.








Economia del pueblo mapuche

Alrededor de 500 años d.C. se establecieron en la zona de los lagos precordilleranos del valle central de Chile los grupos considerados como antecesores de los mapuche. Constituyeron grupos reducidos que basaban su supervivencia en la caza, la recolección y el cultivo de papas en pequeños huertos ubicados en terrenos húmedos. Estas poblaciones se extendieron por el sur hasta el río Maullín en Chile y posiblemente hacia el oeste, ocupando el norte y centro de la actual Provincia de Neuquén. A la llegada del español, el pueblo Mapuche, la "gente de la tierra", habitaba la región ubicada entre los ríos Itata y Toltén. Compartía con los Picunche ("gente del norte") y los Huiliche ("gente del sur") una misma lengua, que se extendió desde del Río Choapa, al norte, hasta Chiloé, al sur.

Los conquistadores llamaron Arauco o Araucanía estas tierras y araucanos a sus habitantes. Aún hoy sus descendientes se reconocen Mapuche. Empujados por la persecución española y atraídos por el ganado salvaje, los Mapuche comenzaron a ingresar en el actual territorio argentino a partir del siglo XVII.
Progresivamente fueron ocupando la zona comprendida por las provincias de San Luis, sur de Córdoba, La Pampa, Neuquén y Buenos Aires, hasta que la avanzada militar de finales del siglo XIX, los llevó a instalarse al sur del Río Limay. El ingreso masivo del pueblo Mapuche en territorio argentino significó un cambio considerable, tanto para las culturas autóctonas como para ellos mismos y este largo proceso de mestizaje e intercambio cultural dio por resultado la actual población paisana de las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut.



ECONOMIA

Los ambientes en los que se desenvolvió la cultura Mapuche en Chile, permitieron el desarrollo de una agricultura en pequeña escala con cultivos de maíz, papa, quinoa, calabaza, habas y ají entre otros. La recolección de plantas silvestres, la caza y la cría de llamas y animales menores en el norte, y la pesca y recolección de mariscos en la costa, completaban los recursos alimenticios.Al trasladarse a la Argentina, el pueblo Mapuche siguió practicando la agricultura, principalmente en Neuquén, así como también sus manufacturas tradicionales. Emplearon la madera para la confección de elementos de uso cotidiano. Se destacaron como orfebres y en la talabartería y el tejido. Estas actividades junto con el tráfico de ganado fueron la base de su subsistencia. A fines del siglo XVIII, los Mapuche controlaban los arreos de ganado que, partiendo de la pampa húmeda, trasladaban por los pasos neuquinos, para comerciar en Chile. La desaparición de los animales sueltos y la expansión de la frontera blanca, obligaron a los indígenas a apropiarse por la fuerza del ganado de las estancias, convirtiendo estos "malones" en su principal fuente de recursos.






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